El engarpe
Recuerdos polínicos desde Menorca…
por Juan A. Gutiérrez
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Racimo de uva de Ohanes, listo para el engarpe...
No hace mucho, en una entrada en este mismo blog, en la que mi hermano Pepe, el principal impulsor de esta página en la que los Hermanos Gutiérrez editan sus inquietudes y sus personales visiones de la vida y de lo que les rodea, sacaba a la luz una carta manuscrita por nuestra prima Trini, de El Ejido, en la que nuestra abuela paterna Pilar López se mostraba preocupada porque no había podido viajar a Berja a visitar a Los Gutiérrez, ya que la necesitaban donde residía, en casa de nuestra tía Pilar, en El Ejido, por aquello de que todo el mundo estaba “liado con el engarpe” en aquellos días de bullicioso ajetreo…
En un comentario a pie de esta entrada, mi cuñado Pepe, de Cádiar, mostraba interés por el tema del engarpe y animaba a Los Gutiérrez a que ahondásemos en la materia y explicáramos a los asiduos al blog y a los posibles visitantes qué era aquello del engarpe y qué suponía cada vez que llegaba la hora de ponerlo en práctica, por decirlo de algún modo.
Ya que mi cuñado Pepe lo pide, y en observancia de su interés, es por lo que me ilusiona escribir sobre el asunto, que tiene mucha enjundia y mucho de qué hablar y escribir, recurriendo a mi memoria y a la de mi madre Isabelita Fernández, que sabe mucho y bien de lo que aquí tratamos, ya que sobre ella, cuando llegaba el tiempo, recaía la responsabilidad de llevar a buen puerto la temporada de engarpe en las parras de Los Gutiérrez.
El engarpe solo se entiende cuando se trata el tema de la uva de mesa de Ohanes, la “uva del barco”, que antaño daba tan buenos resultados en la Vega de Berja, en territorios aledaños y en pueblos de la Alpujarra almeriense. Cuando llegaba el tiempo del engarpe, la vega olía a racimos en flor, a parras de flor... y la gente pululaba de aquí para allá, como si en ello les fuera la vida, ya que era un tiempo y una labor inexcusable. El por qué del engarpe es una cuestión fácil de responder: simplemente, es el resultado de una anomalía de la botánica de esta variedad de uva, exclusivamente. El racimo de uva de mesa del tipo Ohanes necesita que se le polinice artificialmente, porque no es capaz por ella misma, al contrario de cómo lo consiguen otras variedades de uva, como las llamadas “uvas de casta”, por nombre “molineras”, “del cuerno”, “de rágol”, “negras”, etc… La anomalía tiene que ver con la ineficacia y la gandulería del órgano masculino de la flor, que es incapaz de desprender el capuchón rígido de la flor, la corola, o sea, que no descapulla y no llega a fecundar al órgano femenino, vamos! que una vez que el racimo florece, de mayo en adelante, el macho “va de gatillazo en gatillazo” y no hay forma de que fecunde a la hembra, a no ser que se le ayude, actuando las mujeres engarpadoras somo si fueran “mamporreras”, a nivel microscópico, claro está!..., aunque se ha conseguido averiguar que el polen propio es perfectamente viable. Si nos ponemos un poco técnicos, que siempre viene bien!, la flor de la Uva de Ohanes tiene un cáliz rudimentario y la corola es verde clara, rojiza en la unión y formando un capuchón rígido que recubre los órganos esenciales para la reproducción. Difícilmente se desprende este capuchón o corola y no cae libremente, debido a que el movimiento de expansión de los estambres actúa en el tercio inferior de las caras internas de los pétalos. La flor de la Uva de Ohanes es esencialmente “femenina” y si no fuera por el engarpe no le llegaría el polen suficiente después del despegue de las corolas o capuchones por la acción mecánica, debido a la refriega polinizadora a que se les sometía, por obra de las brochas o de los hisopos de racimos de uva de “las parras de flor” o “parras locas”, sin injertar, aunque, en momentos de apuro y de falta de material, se recurrían a los racimos de las uvas de casta, sobre todo de las variedades “negras”, “molineras” y “del cuerno”.
Cortando uvas del barco, en Ohanes
Como ya se ha apuntado, el engarpe solía comenzar en Berja a partir de la 2ª semana de mayo, pero en el Ejido ya se engarpaba 15 días antes. Esto suponía mejores cosechas, porque siempre se decía que con el engarpe temprano la fecundación era mucho mejor. El método era bien simple, pero a la vez muy laborioso. A la mañana temprano o el día anterior, al ponerse el sol, se recogían los racimos florecidos de las “parras de flor” y se dejaban en reposo, dentro de los almacenes y a la sombra, tirados en filas sobre sacos de yute, al fresco, para que se asentara bien el polen. Por la mañana temprano, al despuntar el día, entraban en los parrales cuadrillas de mujeres, sobre todo, con sus cañas, con sus brochas de racimos en flor, con ese aporte oloroso de mastranzos o hierba buena, rodeando la brocha de racimos, de bancal en bancal y con orden y “a hecho”, sin dejarse una parra por el camino. Las cañas tenían más de un metro de largas, para llegar sin problemas a los racimos más altos y estaban rajadas hasta la mitad. Solían ser “cañas indias” o bambú, porque eran más rígidas que las cañaveras y, para que no se cayera la brocha de racimos de flor se ataban con guitas, pero también recuerdo que la mejor opción era una anilla enrollada de alambre del 14, de unos 1’5 cms. de ancho, que al subir hacia el extremo de la brocha, apretaba la caña rajada y se quedaba a presión apretando el hisopo, lo que impedía que se cayeran los racimos, que, a su vez, permanecían juntos, liados con un trozo de tela en su extremo. La tónica y mecánica del trabajo era simple. Ibas de bancal en bancal, de parata en parata y de parra en parra, sin pararte siquiera a saludar a quien pasara por el camino, ya que el tiempo apremiaba. Todo el día mirando racimos, unos florecidos y otros por florecer, restregando con delicadeza la brocha de engarpe sobre aquellos en sazón y que, de tanto frotar, perdía sus propiedades de frescura en una hora continuada de roce… Cambiabas la brocha y otra vez a empezar, por donde estaba el tajo. Y así hasta que te dolía el cuello de tanto mirar hacia arriba, llenos los ojos de motas, de corolillas rosáceas y de polen amarillento… Cuando así llevabas 15 días, el aburrimiento y la desidia te ganaban terreno y sólo tenías ganas de perder de vista la brocha, el engarpe y la madre que los parió!...
El engarpe era un coñazo!, así, con todas las palabras!, porque debido a que los racimos en las parras florecían cada uno en el tiempo que les daba la gana, era necesario el “dar engarpe” de forma muy repetitiva, cada 3-4 días a las mismas parras y a los mismos racimos, a la espera de que los racimos más tardíos brotaran para darles su ración de brocha de polen correspondiente… Así, un día y otro día, con los problemas añadidos de mal tiempo que pudiera salir en mayo/junio, algo muy habitual en aquella zona. Si llovía la noche anterior, con los racimos chorreando, olvídate de engarpar hasta que estuvieran secos!, ya que con la humedad sobre la flor, el capuchón no se desprendía y no servía para nada y, si lo hacía, existía el riesgo más que evidente y comprobado de una mala polinización y un mal cuajo, saliendo “abuelicos”, o uvas pequeñas sin huesos, en lugar de uva normal con sus pepitas y su buen porte. También eran muy perjudiciales las nieblas y la humedad que se metía por la vega en aquellos días tan decisivos. Era muy raro un engarpe con tiempo bueno durante todo el proceso, que era lo deseable, ya que con el calor y el solecito, la flor se desprendía mucho mejor del capuchón al roce seco de la brocha de engarpe y la polinización y el cuajado de la uva era el óptimo.
Aunque el trabajo recaía casi al completo sobre las mujeres, recuerdo que también era cosa de hombres, porque era un trabajo que no podía excusarse y era del todo imposible “dejarlo para mañana”, con lo que cualquier mano a tiempo era bien recibida, por lo que algunos días se te hacía de noche en el bancal. Por eso, y por otras razones que no vienen al caso, a mí me tocó engarpar un día y otro también, como no podía ser menos... Me vienen recuerdos muy vivos de cuando, en “el año de la nube”, en otoño de 1973, cuando perdieron la vida muchas criaturas en La Alpujarra y, sobre todo en La Rábita, por culpa de la una "gota fría" criminal, mi padre cogió “a medias” El Cortijo de La Noria, en Sotomán–Los Cerrillos, en la parte alta de la Vega de Berja, una finca de poco más de 1’5 Ha. de buenos parrales, pero muy mala de cultivar y labrar, porque casi toda ella eran bancales pequeños y en terrazas, en donde apenas podían entrar los tractores y mi padre tenía que echar mano de su yunta de mulos para labrar en algunas paratas… En el tiempo en que cogió la finca, ésta estaba en plena producción y el primer año aquellas parras dieron fruto para abastecer todos los mercados de Murcia (los murcianos eran los comerciantes que venían a comprarnos la uva, a sacarnos el precio que querían por ella!, pero esa es otra historia…). Aquel primer año, en mayo de 1974, casi con toda seguridad, en El Cortijo de La Noria mi padre no tuvo más remedio que echar mano de unas cuantas mujeres de Los Cerrillos, para el engarpe… Y, paralelamente, teníamos que atender el engarpe en los bancales de parrales que teníamos en la vega de Alcaudique, en los parajes de La Rijana, el Ramal Alto, en Los Cortijos y en La Jarela… Así que se juntaba todo el engarpe en unos pocos días. No había tiempo para tanto terreno y así fue como Los Gutiérrez tuvimos que aprender a engarpar y, en mi caso, a coger la bici destartalada de mi padre, e ir solo a algunos bancales propios, los de la vega de Alcaudique, porque el engarpe se pasaba y no había que dar lugar a esto!... Se entiende lo vital de “dar engarpe” cuando tocaba y la importancia del hecho para el futuro de la cosecha. Si el tiempo no acompañaba, algo habitual, el engarpe se retrasaba y, algunos años, a mediados de junio aún se veían mujeres engarpando, deseando que se acabara de una vez, de que viniera el buen tiempo y se “llevara el engarpe” para otro año…
Hoy día, según he observado al pasear por la vega de Alcaudique, dudo mucho que exista alguna parra de “uva del barco” y, mucho menos una parra de flor, aunque mi madre Isabelita Fernández me informó, a mi pregunta de si me enviaría por correo a Menorca unos racimos de flor, para que su simple aroma me hiciera revivir las sensaciones de antaño, que en El Prado puede que aún haya una de estas parras en la casa de Manuel Ramos, que en paz descanse… Desgraciadamente, hoy la vega de Berja es más un erial que un vergel. Hace 40 años ir a engarpar, a pesar de los pesares y de los cabreos que cogías, era un gozo, una fiesta! porque toda la vega, de arriba abajo era como un manto verde, una explosión de vida, de fragancia polínica, de gentes de aquí para allá, con sus cenachos henchidos de engarpe, con sus cañas indias al hombro, de bancal en bancal, de balate en balate, de parra en parra, todo el mundo partícipe de un ceremonial salido de la noche de los tiempos… El mundo de “la uva del barco” que tanto supuso para la economía de la Alpujarra de Almería, pasó a mejor vida el día que la marea blanca y plateada del policultivo químico del plástico subió por Dalías y por el Río Chico hasta quedarse en el valle de Berja, aunque le gustan más los secanales, por aquello de que le molestan mucho los balates y atiende más a los llanos en pandero. Aquella economía basada en la parra de la uva de Ohanes, en la industria del envase del barril con viruta de corcho para la exportación de ese producto tan resistente, desde el puerto de Almería a todos los rincones del mundo, de “la faena”, de la manufacturación de la uva en “platos” de madera floja, todo ese mundo que tanto significó para toda una comarca se fue y seguro que ya no volverá… Voces críticas con la situación actual de la vega se alzan un día y otro también. Yo viví la decadencia del cultivo, cuando otros tipos de uva vinieron a quedarse, unos tipos de uva “que no necesitaban engarpe”, como “la italiana”, “la napoleona”, “la cilíndrica”, “la domínguez”…, más vistosas en presencia, con mejores rendimientos y con mejor aprovechamiento, acompañadas de los camiones frigoríficos, que las transportaban en pocos días a los ricos y selectos mercados europeos… Ante estas embestidas nada podía hacer la uva de Ohanes, sino plegarse a sus orígenes. De nada sirve que se supiera, a ciencia cierta, porque yo lo he visto, que pudiera aguantar meses enteros colgada en las parras, una vez pasados los días de la cosecha, o que una vez colgada en los almacenes o cámaras de las casas, pudiera resistir el paso del tiempo fresca y sana, gracias a ese pellejo duro como el acero, tan dado a aguantar el paso de los días… Ahora, con un poco de suerte, si el viajero se acerca a Ohanes o a Padules, en la Alpujarra de Almería, puede que encuentre esta joya de la botánica frutal, escondida entre balates y terrazas, amagada y oculta, como esperando que alguien se acuerde de ella y la rescate del olvido…
Mujeres de Almócita, en plena "faena"
"La faena" en Ohanes, como se hacía antaño
Yo emigré a Menorca hace 26 años. Aquí no he visto nunca una parra de uva de Ohanes, y ni tan siquiera he conseguido captar ninguna fragancia que me recuerde el polen de las parras de flor. Mi padre me envió unas 10 o 12 riparias para plantar en un huerto que alquilé. Cuando engordaron un poco, al año de clavarlas en este suelo pedregoso, las injerté con sarmientos de uvas de casta que me traje de Berja, de las parras que tenía mi padre en sus bancales. Agarraron bien al injerto, pero como aquí el fondo de tierra escasea, sus raíces no arraigaron lo suficiente como para desarrollarse como allí, como en Berja, en donde mi infancia fue testigo de un cultivo que guardo para siempre en mi memoria, por mucho que pasen los años, y por mucho que el plástico gane terreno… Y es que el engarpe, con su aroma ancestral, con su poderosa presencia polínica, con su estilete incisivo metido en mis neuronas, quedará para siempre en mi memoria, en mi cerebro, por mucho que te llegue la vejez y la demencia…
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Juan A. Gutiérrez.
Mahón. MENORCA.-
Julio – 2013.
Tito, ni los chinos harían, hoy día, este trabajo.
ResponderEliminarMuy bucólico sería el paisaje con mujeres por doquier mirando al cielo, a la par que tarareaban una canción de moda, frotando sin cesar el racimo, parpadeando y haciendo chiribitas para expulsar las motas de polen, que, eso sí, se llevaban a casa la satisfacción del trabajo realizado y un porte de sublime orgullo consecuencia de la merecida tortículis por la larga y descarada mirada al Todopoderoso.
A mi cuñado Pepito, el instigador:
EliminarDices bien cuñado!. Era ciertamente "un trabajo de chinos" y aún me pregunto cómo fue posible que triunfara durante tanto tiempo esta variedad en Berja y en otros pueblos de la comarca, con los problemas de polinización que planteaba y lo difícil que era el conseguir un buen cuajado con mal tiempo. Supongo que todo se debía a que, en el fondo, era y es una variedad muy resistente y muy adaptada a aguantar largos trayectos marítimos, envasada en barriles con viruta de corcho, como así ocurrió. Su piel dura y acerada le aseguraba "larga vida".
Gracias a un trabajo previo de documentación para la redacción y edición de esta entrada sobre el engarpe y sus vericuetos, me he enterado que en el pueblo de Terque, situado en la ribera del Andarax, a escasos 25 kms. de Almería capital, existe el Museo de la Uva del Barco, que visitaré próximamente en Septiembre, por vacaciones. El museo no sólo tiene salas que alberga todo tipo de documentación sobre las variedades de uva de Almería, sino que también, y es lo que más ha impresionado, laborean una pequeña finca con todas estas variedades, incluida la de Ohanes, y se dedican a la difusión y entrega de plantones por toda la provincia. También me he enterado que el próximo 14 de Septiembre, en Tíjola, población cercana a Macael, en el Valle del Almanzora, se celebrará la VIII Muestra de Variedades de Uva de Mesa de Almería y Homenaje a los Parraleros, acto al que también asistiré, si no haya impedimentos...
Os dejo la dirección web del Museo:
http://www.museodeterque.com/museo-provincial-uva-barco/
Juan A. Gutiérrez.
Mahón - MENORCA.-
Nací en el 65, y soy de la Alpujarra (Instinción) me ha encantado recordar lo descrito. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias Gabriel. Precisamente, y por fotos que hace unos días ví en Facebook de racimos de flor bien listos para el engarpe, me vino a la memoria que ya hace casi 10 años me dió por recordar aquellos días bulliciosos del engarpe y de su trascendencia. Y es que yo, que nací 4 años antes que tú, me tocó vivir de lleno, a finales de los 60 y durante toda la década de los 70, el fin de una cultura agrícola esencial y única, como era la de la "Uva del Barco" de nuestra Alpujarra... y que tanto hecho de menos. Salud!
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